Los Valles del Norte. El Cervino y el Monte Rosa.


 El mágico Cervino.

Pernocta: Aparcamiento en Vollón, Valle de Ayaz (45.765209, 7.709930)

Itineario: Bionaz-Diga di place Moulin-Valtournenche (Breuil Cervinia)-Vollón (Valle de Ayaz)

Hoy, viernes 1 de julio, no ha sido un día bueno que podamos decir.

Ha amanecido lloviendo y luego, niebla. Hemos dudado si subir a un lago, al Diga di place Moulin a tan solo 10 km de donde hemos pasado la noche, pero después de abonar el área y comprar pan,  la niebla se ha disipado y nos hemos atrevido. Al principio la carretera no parece estar mal, pero a unos 6 kilómetros se vuelve más retorcida, ascendiendo y estrechándose en algunos tramos así que hemos subido con mucho cuidado.

Arriba, hemos aparcado junto a una autocaravana grande y los 100 metros que nos separaban de otra plataforma un poco más arriba con otro aparcamiento los hemos hecho andando aunque se pueden hacer perfectamente con la autocaravana. Arriba nos hemos encontrado con una perfilada española. La primera.

Las vistas son hermosas desde este punto, pero el lago, no merece la pena. Es más una presa,  pero bueno, a veces nos equivocamos en la selección de nuestros destinos y creo que éste, era prescindible.

Hemos charlado con la familia de la perfilada, una pareja de unos cuarenta y tantos con adolescentes. Les he comentado que no se permitía la pernocta allí (aunque para ser sincera no hemos visto ningún cartel) y han respondido que ellos van viendo si molestan o no, que como no hay gente, aparcan y pernoctan donde les viene bien. Así han comentado que en Lillaz, donde estuvimos nosotros en el área, ellos estuvieron en el aparcamiento de turismos jactándose  de que desde que habían entrado en Italia no habían pagado ningún área.

Nosotros no compartimos esta forma de opinar y viajar. En nuestro país, si creo que no molesto y no tengo un área cercana, me quedo, pero siempre y cuando no haya cartel que lo impida. Pero en un país que no es el mío, y habiendo áreas como en Lillaz y a escasos metros del aparcamiento en el que ellos estuvieron,  y en  Cogne, otra enorme, no  estoy de acuerdo con esta práctica que ellos asumen con total naturalidad. Tampoco quiero pensar donde se surtirán de agua, porque en Lillaz donde no había barreras para acceder al área, vimos como había gente que entraba a cargar y descargar agua, gratis, y se marchaban después mientras que los que allí estábamos pagamos religiosamente contribuyendo a su mantenimiento. Visto esto, en Lillaz han decidido poner una barrera. Mejor eso. En España, las cierran.  En fin, discrepancias al margen, hemos retomado nuestro camino y puesto rumbo ahora al Cervino.

La carretera es retorcida pero buena y de buen ancho aunque larga. En un momento determinado, casi al final, ha aparecido la silueta del Cervino desdibujada entre las nubes deshilachadas. Un poco después, se muestra su icónica silueta pintada del blanco de las nieves, contrastando con el azul del cielo. Imponente, majestuosa, aunque Angel dice que cuando lo vimos hace más de 30 años estaba más nevada.

Hemos continuado hasta el área de autocaravanas, una explanada de asfalto sin ningún encanto exceptuando la vista al Cervino. Hemos intentado acercarnos al teleférico, pero tras un corto túnel hemos llegado a una rotonda donde se nos prohibía a las autocaravanas  la circulación, y un aparcamiento a nuestra derecha, pero, con prohibición expresa de estacionamiento a las autocaravanas. Y, sorpresa, allí estaba la perfilada de los españoles. Una vez más, y aunque me repita, no comparto esa actitud que creo que nos perjudica a todo el colectivo. De regreso al área nos han dicho que podemos ir caminando al lago azul, unos 2km de ida y los mismos de vuelta. Yo creo que son menos. Y desde el área al pueblo hay 1 km, así que es un sitio donde se puede pernoctar y caminar.

Pero hemos decidido regresar y dirigirnos al aparcamiento del Lago Azul, junto a un restaurante en la carretera.  Y en escasos metros después de subir  un terraplén, nos hemos topado con este hermoso lago.

La vista del Cervino reflejándose en la aguas de este pequeño lago azul turquesa es de una gran belleza. Muy poca gente, mucha tranquilidad y un escenario maravilloso, casi mágico. Nos resistimos a dejarlo y dejamos que nuestros ojos se llenen de estas bellas imágenes y de la serenidad de este lugar. El reflejo del cono blanquecino del Monte Cervino en las aguas es casi perfecto. No puedo dejar de mirarlo y admirarlo

Iniciamos el regreso. Circulábamos detrás de una hormigonera  que en el centro de una población y en medio de la carretera  bastante estrecha, decide pararse. Iniciamos  la maniobra para adelantarla y detenemos la circulación en sentido contrario formando un pequeño atasco. El espacio para pasar era escaso pero seguimos con mucho cuidado  -si añado que conducía Angel lo de “con mucho cuidado” casi sobra- hasta que hemos oído un ruido sordo. Cuando he mirado por el retrovisor he visto a un italiano gesticulando y chillando. Desconcertados, nos hemos detenido  unos 50 metros después y para nuestra sorpresa he comprobado que se había desgajado un trozo del parachoques o embellecedor trasero izquierdo. Cuando he vuelto la vista atrás, no había ya ningún coche, incluso creo que la hormigonera mágicamente había desaparecido. El turismo se ha debido de enganchar o rozar levemente con nuestro parachoques/embellecedor y  al seguir la marcha se ha rajado y salido de su sitio. Un joven italiano al que le he contado como he podido lo pasado me ha dicho que me lo podían arreglar en un pueblo más abajo y también algo de cámaras para ver qué había pasado. Le he dado las gracias diciéndole que no. Ha sacado cinta y nos ha pegado  la pieza que se había despegado. Angel se ha quedado petrificado y muy muy enojado, como se pone él porque “dios nos libre de la ira de los mansos”. Es difícil asumir que aunque tú pongas todo el cuidado del mundo, hay otros que no lo hacen y somos otros los que sufrimos  las consecuencias. Para tranquilizarle,  le he dicho que todo lo que ocurra sea esto, que se arregla con dinero. No sabemos si tendremos que cambiar toda la pieza, que es una pasada o se podrá arreglar bien. Todo dependerá del costo porque tenemos franquicia. Cuando rescribo el relato sabemos ya que repararla costaría casi lo mismo que lo que tendríamos que abonar por la franquicia (alrededor de 200 euros,cuando la franquicia es de 300) y no quedaría bien, así que nos hemos decidido por intentar repararlo nosotros. Creemos que es relativamente fácil y por su localización poco visible. Si en un principio llegamos a pensar que habría sido un error nuestro, estamos ahora convencidos que no ha sido así, que seguramente el otro turismo  quien impaciente, no esperó a que nosotros termináramos de pasar y entró él y su parachoques se engancharía unos centímetros con el nuestro, lo suficiente como para que al tirar, se desgajara.

Y con el disgusto hemos continuado hasta el Monte Rosa o Valgrinsenche, pero,… no sé qué me ha pasado, me he equivocado y en vez de dirigirnos a ese valle, nos hemos introducido en el anterior, en el de Ayaz para lo cual hemos tenido que ascender la Col de Joux, una interminable carretera, tortuosa como recuerdo pocas, y larga, muy larga, que nos ha subido a casi 1.500 metros de altura. Por el contrario, hemos contemplado unas hermosas vistas de todo el valle de Aosta con el Montblanc asomando tímido al fondo con su manto blanco.

Una vez coronada esta “col” el descenso ha sido más rápido y nos hemos instalado en Vollon, cerca de Brusson en un aparcamiento con media docena de autocaravanas más, sobre hierba y junto al rio en un hermoso valle rodeado de coronas de montañas verdes aunque aquí las cimas, no son tan espectaculares ni tan cercanas. Cerca también a escasos metros, hay un área de autocaravanas, pero  no nos ha resultado tan atractiva al estar sobre asfalto y  estar bastante llena. Sin duda, donde estamos es mejor sitio (45.765209, 7.709930)

Del Cervino al Monte Rosa. Valle de Gressoney.

Pernocta: Area de autocaravanas de Staffal (45.856499, 7.813580) 12 o 15 euros con electricidad.

Amanece el 2 de julio sábado con un sol espléndido después de una tranquila noche, como todas. Si ayer pensé que de camino a Valgrinsenche donde está el macizo del monte Rosa con varias cumbres que superan con creces los cuatromiles y al Cervino, parábamos a visitar el castillo de Isogne, rectificamos al ver los pronósticos meteorológicos. Sería una pena desperdiciar tiempo visitando un castillo cuando afuera hay un brillante sol y que luego viniera la lluvia como de hecho está prevista para el lunes, así que pusimos rumbo a donde nos encontramos ahora, Staffal, última población de Valgrinsenche, aunque antes decidimos ir a ver la cascada de Isollaz que estaba en nuestro camino. Aunque había una cascada más,  la  de D’Arlaz, la dejamos  atrás al requerir más tiempo y dos cascadas en el mismo día iban quizás a empacharnos.

Llevamos siete días rodeados de tanta belleza, de magníficos paisajes verdes, alfombrados de florecillas de todos los colores, de torrentes cargados de agua que discurren por todos los lados, de cascadas que se desploman por las laderas de las montañas, de enormes abetos y alerces, lagunas de aguas transparentes y colores azul esmeralda que reflejan imponentes cubres, de espectaculares cimas, unas verdes y otras manchadas del blanco inmaculado de las nieves con sus glaciares azulados a sus pies, en resumen, de unos grandiosos paisajes alpinos de postal tan hermosos, que parece que ya no nos llamen la atención. Es como si hubiéramos superado el umbral de la belleza. Y todo esto unido a unas temperaturas maravillosas que no superan los 25 grados y durmiendo con edredón. Y ahora, que pienso en el momento en que tenga que abandonar este valle de ensueño, en el momento de ser expulsada de este paraíso de belleza, verdor, color y frescor, para introducirnos en el calor, la sequía, el triste amarillo seco…intento absorber más estos paisajes pero…lo hago con cierto esfuerzo y sé que los voy a echar de menos, mucho, y en poco tiempo.

Hemos llegado al aparcamiento de la cascada de Isolaz, junto a un área de picnic donde seguramente se puede pasar la noche y aunque al pie de la carretera, no creo que circulen muchos vehículos por aquí por la noche. Aunque hay pocas plazas, había sitio suficiente.

Hemos caminado por la carretera unos 200 metros hasta encontrar una señal y una senda que desciende entre un bosque de árboles hacia la cascada. Son poco más de 500 metros y no se deja de descender en ningún momento si bien algunas veces la pronunciada pendiente nos da un respiro con tramos un poco menos pronunciados. En poco más de 20 minutos estamos frente a este imponente salto de agua de más de 50 metros de caída. Parece que sale de un agujero pequeño y se precipita con fuerza en una poza. Casi cincuenta metros. Dicen que es una de las más hermosas del Valle de Aosta por su imponente efecto y su particular sonoridad, producida por el movimiento del aire al caer el agua.

Ahora nos queda la ascensión, corta pero dura, además, a pesar de que tan solo son las 10 de la mañana, el sol pica cuando salimos del cobijo de la sombra de los árboles. Tula ha venido con nosotros, puede ir suelta puesto que apenas nos cruzamos con una familia y caminar con ella atada es molesto para ella y para nosotros, y como siempre, ha subido como si no tuviera 14 años.

Una vez arriba hemos puesto ya rumbo al área de Staffal, pero la carretera por la que descendemos hasta que llegamos a la que discurre por el valle de Aosta, parece una romería. Es de ancho justo y conducen con los pies, así que mucho cuidado con las curvas cerradas porque vemos a más de uno que utiliza el sentido contrario y no dejan de subir coches, uno tras otro, hasta llegar abajo donde tomamos la autovía hasta salirnos e introducirnos después en el valle de Valgrinsenche.

Carretera igualmente de ancho justo sobre todo cuando atravesamos alguna población donde se estrecha hasta permitir el paso de un solo vehículo. Así nos ocurre en un punto y sencillamente me quedé esperando pacientemente a que dieran marcha atrás, eran tres, pero después de la experiencia de ayer, … no me muevo.

Pasamos por Gressoney Saint Jean, la población más grande del valle y donde tenemos localizados varios aparcamientos y un área, pero se encuentran en otra carretera paralela a la que llevamos que ahora está cortada al tráfico por alguna celebración así que continuamos hasta el final.

Atrás dejamos el área y llegamos al aparcamiento donde están los teleféricos y telecabinas. Está al lado del área y es de pago y como siempre nos preocupamos de no ocupar más espacio que el asignado y hacemos mil maniobras, decidimos por comodidad ir al área donde dejamos aparcada la autocaravana. 12 euros 24 horas más 3 de electricidad. Esta junto a la carretera pero no hay tráfico apenas y el marco es incomparable, rodeado de majestuosas cimas y al fondo todo el impresionante macizo del Monte Rosa con varios “cuatromiles”. El suelo no es asfalto, es de ese cemento que deja crecer la hierba lo que lo hace más agradable.

Y desde aquí ya podemos deleitarnos con la tranquila contemplación del macizo del Monte Rosa con la nieve en sus cumbres y hay varias que sobrepasan los 4000 metros superando en altura al Cervino. Toda una belleza de la que tenemos el lujo de disfrutar.

Nos dirigimos a las telecabinas pero cuando llegamos queda media hora para que las abran. Una vez que lo hacen tenemos dos opciones, una hacia Gabiet y otra hacia Santa Ana. Preguntamos a la taquillera por el lugar donde podemos disfrutar de mejores vistas, y nos aconseja Santa Ana aunque en Gabiet podemos dar un paseo alrededor de un lago.

Abonamos los 10 euros cada uno y nos metemos en la gran cesta que tiene cabida para bastantes personas. Mascarilla obligatoria, lo que agradezco. En cuatro minutos escasos nos ponemos en Santa Ana. Luego hay otros dos tramos mas de telecabina que siguen ascendiendo, y quizás pienso que deberíamos haber subido un poco, pero las vistas que contemplamos desde Santa Ana del macizo del Monte Rosa son espectaculares y desconozco si una mayor altura las mejoraría.

Podemos disfrutar de un rosario de cimas teñidas de blanco con sus glaciares descolgándose.  Damos un corto paseo hasta una pequeña ermita que se asoma al valle de Gressoney. Nos  desplazamos sobre una alfombra verde salpicada de florecillas silvestres que rompen la monotonía monocromática de la hierba y a nuestros pies el espectáculo majestuoso del valle de Gressoney extendiéndose hasta donde la vista puede abarcar. Toda una belleza.

Es un hermoso escenario donde a un lado podemos contemplar el macizo del Monte Rosa con sus elevadas cumbres de más de 4000 metros, y al otro y hasta donde la vista se pierde, el precioso valle de Gressoney. Permanecemos en silencio tratando de absorber la belleza y grandiosidad de este lugar.

Tres cuartos de hora después estábamos ya descendiendo y a las 15 horas comiendo para descansar después y luego darnos un paseo corto hasta el centro de esta localidad que carece de cualquier atractivo y donde solo hay hoteles y algún bar. Ahora, a las 20,20 horas las nubes han cubierto las cimas. Qué suerte hemos tenido, tanto ayer viendo el Cervino despejado, como hoy.  Contemplar como las nubes rozan estas inmensas cimas, jugando con ellas al escondite, es también todo un espectáculo lleno de belleza y encanto.



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